domingo, 19 de febrero de 2012


Y como siempre, el llamado «salvataje» vuelve a golpear los bolsillos y el estómago del pueblo. Quién sabe cómo las urnas lo van a reflejar. Disminución del gasto público, nuevos despidos que deben llegar a los 15 000 empleados, rebajas en los salarios entre un 20 y un 30 por ciento y hasta en las pensiones —una medida que Papademos y el Parlamento se habían resistido a tomar— constituyen las principales vías para cumplir con las metas. Ese es el costo que pagará Grecia para seguir en la Eurozona, independientemente de las culpas de ejecutivos que, dijeron algunos, malgastaron sin confesar que la deuda crecía más y más, en tanto otros achacan los adeudos a la especulación financiera.

Detrás de ello, la verdad contante y sonante hoy es que el remedio no funciona porque lo que está matando a Grecia, y a las naciones vecinas en coyuntura similar, es una enfermedad oportunista nacida de un padecimiento secular: la decadencia del sistema.

Increíble que el mundo esté contemplando hoy una película vista 20 años atrás, en los tiempos de la batalla de los movimientos sociales latinoamericanos contra la deuda. La camisa forzada de los ajustes soliviantó a las masas, concientizó a los políticos de bien, y catalizó los cambios que estamos viviendo en este hemisferio.

No debe sorprender entonces que una campaña popular esté preconizando ahora en Grecia el cese inmediato e incondicional del pago a los acreedores, la cancelación unilateral de la deuda, y una auditoría que documente la demanda de no devolución

M.Menedez Quintana

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