jueves, 5 de febrero de 2009



Ayer me ocurrió algo sorprendente.
Vino un hombre con una focomielia, es decir su brazo izquierdo era tan grande como un palmo y en su extremo había unos esbozos de dedos.
Era ya mayor, de 70 años y ahora con tanto ordenador en las consultas entre una cosa y otra él empezo a contarme la causa de estar allí...estaba escuchándole, oyendo sus palabras cuando de repente me vino a la memoria la voz de otro hombre al que no escuchaba desde mi infancia.
Levante la mirada buscando rasgos, miradas, ademanes olvidados por mí, pensando que quizá aquellos que tienen la voz parecida son parecidos..y de esa forma podría recrear a un hombre que añoraré siempre.
Se dice que hay un doble de todos nosotros en algún sitio, pero no sabía yo que había también una voz doble, como la nuestra en otros sitios..
La voz era la de mi padre, y por unos minutos disfruté amargamente de sus acordes tan nostálgicos., que no escuchaba desde hacía 40 años.
Así la vida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues qué mala suerte, Sonia, porque la voz puede tener más fuerza evocativa que la imagen. Y el olor, mejor no digamos...

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
sonia dijo...

El olor,..es una especie de agenda que utilizarían los primeros hombres y mujeres para la memoria, creando a la larga un diccionario.
¿habrá poesía olfativa Juke?
!cuántas veces huelo la cara de un muñeco que tenía, en los sitios más insospechados, apenas unos segundos y te llega casi medio siglo en un viaje de segundos...
Un abrazo.

Pues no sé Io, la verdad es que cualquier freudiano o lacaniano, seguro que me haría hablar de aquel muñón, o de que palabras me dijo el señor aquel..
Si los pacientes supieran aveces lo que nos evocan...no se lo creerían.

Un abrazote.

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