Con mi mano derecha, ahogaré esos pájaros blancos que abrasan tu memoria.
Los dejaré sin aire en ese árbol,
locos, huídos, ciegos.
No hay otro dolor, que me atraviese,
como saberte ya vencida y fría.
No hay grito, que amortigue los ruidos y las voces que me escuchan.
Dando vueltas mis cansados pies,
en una cruz perdida en un camino
.
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