La tragedia desencadenó una riada de solidaridad. La entonces prensa oficial intentó silenciar la causa real de la catástrofe. Tuvieron que pasar varios días para que se reconociera la rotura del pantano, aunque se añadía que era la primera vez que eso sucedía en España, "a pesar de ser el segundo país del mundo en grandes presas de más de 30 metros de altura", como apuntaba en aquellos días el diario zamorano Imperio. Era un revés para la incipiente política de grandes pantanos que desarrollaba entonces el régimen de Franco.
Leandro Puente, en aquellos días trabajador de la empresa Moncabril, recuerda que sólo una persona, un simple encargado de obra, fue el único condenado como responsable de la catástrofe. Puente fue testigo directo de la deficiente construcción de Vega de Tera: "La construcción no era buena. Había filtraciones en el dique y las controlábamos y medíamos cada poco tiempo por indicación de los ingenieros, hasta que el agua embalsada alcanzó su máximo nivel y aquello reventó". La rotura de la presa se llevó 100 metros del diqueª.
La ayuda no llegó
"De cuatro partes, a Ribadelago llegó media. Las otras tres partes y media debieron quedarse por el camino", apostilla Salvador Parra. Las indemnizaciones, según recuerdan los damnificados, se establecieron a razón de 25.000 pesetas por cada víctima menor de 15 años y unas , 80.000 pts si eran mujeres y 90.000 si eran hombres.
Dentro de la propaganda de la época, Franco decidió "adoptar" Ribadelago y se anunció la generosa construcción de un nuevo pueblo con cargo al Ministerio de la Vivienda.
Hoy es un pueblo turístico a orillas del lago de Sanabria, en el noroeste de la provincia de Zamora, que ha pasado de llamarse Ribadelago de Franco a Ribadelago Nuevo.
La presa, con sus 100 metros de dique roto, permanece como testigo mudo de la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario