Andaba con un tacón roto. Mantenía la postura, dejando un bamboleo sugerente. Los clavos asomaban, y desaparecían a cada pisada. Pensaba que en un momento u otro, daría un gritito, o bufaría.
Pero nada, iba delante, yo detrás y no pude en tres semáforos que le seguí, notar el mínimo rictus,el mínimo enojo.
Al mirar en el reflejo de un escaparate, me di cuenta que era yo la mujer , mi zapato estaba cojo, no había nadie al lado.
No entendía cómo explicarlo.
sábado, 10 de enero de 2015
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario