No tenía idea que la verdad era una luz, al final de Rue du Loup. Alguién me dijo: "Hay que creer en ella, para verla".
Los monos, se vestían de Chanel, en el Bistrot, y servían con lazos rojos, negros y blancos, vasos de ginebra con plátano y cerezas verdes.
Una banda de jazz, pronto empezó a tocar hasta que la Luna cayó en medio de una gran marea.
Todos quedamos en silencio.
Caminé de su brazo, muy rápido y luego lento, tras resbalar en un madero, como cuando se baila cansado, como cuando se nada en un naufragio.
Le besé, en silencio,para mis adentros.
Sintiendo los saludos de los barrenderos en la espalda, caminabamos despiertos.
Sintiendo, la pequeña verdad de lo prohibido, la locura de lo inesperado.
sábado, 14 de marzo de 2015
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