Extendió los brazos, y rozaba los libros con los dedos. Le gustaba esa sensación. Esos eran los límites de su espacio. Apenas pasaba la luz , entre las montañas de papeles. Quiso incorporarse y resbaló, entre las sábanas. Uno de los libros estaba , encima de sus rodillas al caer se abrió de par en par como una contraventana sin seguro.
Los ojos recorrían una y otra vez los recortes de Picasso, Goya, y Bacon.
Todo estaba en calma.
Era la felicidad, de otro día.
miércoles, 12 de agosto de 2015
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