lunes, 1 de febrero de 2016
Mon elegance a moi
La elegancia, es una virtud, helas! en aquellos agraciados por la Diosa Elegancia.
Ayer cerca de San Mamés, ví como se enredaba en un taburete un camarero, sin caer al suelo, al querer poner la bandera rojiblanca, en la fachada de su bar.
Le ofrecí, aguantar el taburete en la calle, para que consiguiera meter aquel pequeño mástil en la boca de metal , pero entre risas me dijo, que se lo pediría a otro compañero, que ya valía el intento, dándome las gracias una y otra vez.
Yo no había hecho nada. El en cambio, me regaló un instante estupendo y recordé, la elegancia de Antoñete en la Plaza de toros de Vista Alegre una tarde de feria, que compartí con mi gran amigo Chuma, que seguro me sentirá desde el más allá, cada vez que le recuerdo, al menos eso espero, querido.
Antoñete, entre silbidos y una lluvía bilbaína de agua y almohadillas, recorrió en perfecta línea zimbreante su camino hacia el burladero.
Todo fue tan elegante, con tanto arte en su último día, ya se retiraba, que el tiempo se detuvo mientras él brillaba.
Elegancia absoluta. Pienso en Sócrates en una de sus intervenciones ,seguro que iría caminando así, después de crear confusión e incertidumbres o Rosa de Luxemburgo, me la imagino caminando elegante , apresurada o la elegancia de las manos de Jabier Muguruza cuando nos dibuja volutas de notas cuando canta.
La elegancia, reluce en los momentos difíciles, nunca olvidaré las caras de mujeres llenas de vías de plástico en sus venas, narices, con dolor y angustia, sonreir con elegancia ante cualquier gesto como cubrir con la sábana un pie desnudo en una camilla de urgencias.
En cambio, que mala suerte he tenido al comprobar la falta de elegancia, por parte de mujerucas a las que sus hombrecillos ya no amaban, y llenas de odio y celos, ofrecían de forma anónima en un buzón reportajes fotográficos de otros tiempos, o via internet otra daba , el nombre del médico que le había tratado su gonorrea ( dado que su pareja como se pudo comprobar) frecuentaba día sí , día también la prostitución. Yo en estas situaciones, con la misma elegancia de Antoñete o José Tomás, suelo distanciarme como se distancia uno de los morlacos mansos; al final, para alegría de todos, éstos hombrecillos vuelven a chiqueros con sus mujerucas, con el rabo entre las piernas.
La elegancia es rica en belleza, como digo, está en pequeños detalles, y da información de una calidad absoluta sobre las personas.
No me extraña, así, que los antiguos relacionaran la Etica y la Belleza.
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