martes, 13 de enero de 2009
Nunca supe saltar a la cuerda.
No sé cómo no lo aprendí, o si había que aprenderlo, o si se nacía sabiendo. Solo recuerdo que la primera vez que salté a la cuerda, iba viendo que las niñas estaban en una fila, y cuando me tocó a mí fui a saltar y se me enredó la cuerda a los pies, y escuché:" has fallado te toca dar".
Y seguí dando todo lo que quedó de patio.
Daba y daba y saltaban y saltaban a la cuerda, ésta hacía un ruido de látigo en el cemento, que me gustaba oir, era curioso el silencio que aveces se escuchaba roto po aquel ruido, que me hacía imaginar a romanos martirizando a esclavos, o romanos en galeras..para mí todo lo que era imaginación de postín, osea imaginación de alto nivel estaba hecha de romanos.
Al siguiente día me pasó igual, volví a fallar, y me quedé dando a la cuerda..con otra niña que bostezaba al otro extremo.
Al tercer día renuncié a saltar a la cuerda, y nunca conseguí aprender.
Pero en mi cabeza quedaron aquellos sonidos de la cuerda, silbando en el cemento, con el silencio de la magestuosidad Romana de CEsar en las Galias BIlbainas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Publicar un comentario