miércoles, 1 de julio de 2009
Calor en 2003
Mapa de la NASA durante la canícula de 2003 en la que se muestran los intervalos de variación de temperatura en comparación a las normales.
La excepcionalmente larga e intensa ola de calor que sufrió Europa en 2003 sacudió a Francia con especial intensidad. Durante los 16 días que duró, el número de defunciones registró un aumento del 60%, situándose en torno a las 15.000 adicionales. Tras la catástrofe, su gobierno se dio cuenta de que las medidas para vigilar la llegada de temperaturas extremadamente altas antes del verano y durante el mismo eran insuficientes, por lo que creó un sistema de alerta para responder con celeridad a una crisis de salud pública de esta naturaleza.
El objetivo de este sistema es alertar a las autoridades de la posibilidad de que se produzca una ola de calor con al menos 3 días de antelación, de manera que puedan adoptar medidas con arreglo a un Plan Nacional contra Olas de Calor.Paralelamente, se puso en marcha un sistema de vigilancia en el que participan al menos 120 instituciones sanitarias con el fin de llevar un control del número de pacientes que acude a los servicios de urgencias con enfermedades provocadas por el calor. Este sistema pone de manifiesto que los servicios de urgencias pueden suministrar información en tiempo real sobre enfermedades relacionadas con el calor extremo para que las autoridades puedan intervenir con rapidez.
Consecuencias en España
Pero esta ola no sólo afectó a Francia, más de 6.500 personas fallecieron en España. Para evitar este exceso de mortalidad, en nuestro país se creó en 2004 una Comisión Interministerial para vigilar la aplicación del denominado Plan Nacional de Actuaciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud. Afortunadamente, la prevención de los efectos de calor es posible. De hecho, la Agencia Estatal de Meteorología es capaz de predecir las temperaturas máximas y mínimas con elevada fiabilidad y con 5 días de antelación.
Enfoque sanitario
El Plan español ha tenido un impacto positivo en la prevención de problemas y enfermedades relacionadas con la exposición al calor excesivo. En términos generales, se ha venido reduciendo la carga asistencial, informando a la población sobre cómo protegerse y cuidar a las personas de más riesgo, y se han evitado problemas a los colectivos más desprotegidos. Además, el diseño y desarrollo de los sistemas de información meteorológica y de mortalidad ha sido una pieza clave. En nuestro país también se ha implantado un Sistema de Información y Análisis de la Mortalidad que permite un seguimiento de la mortalidad diaria muy útil para la detección rápida de otros problemas de salud.
Desde un enfoque sanitario, la exposición a temperaturas excesivas afecta especialmente a los niños, a las personas mayores y a los enfermos con patologías crónicas de base. Además, la marginación, el aislamiento, Mapa de la NASA durante la canícula de 2003 en la que se muestran los intervalos de variación de temperatura en comparación a las normales. la dependencia o las condiciones de habitabilidad añaden factores de riesgo a sus efectos. Por eso, el Plan también establece las medidas necesarias para coordinar a todas las administraciones públicas. Un aspecto esencial es la implicación de los servicios sociales, ya que son las personas mayores las más vulnerables. Otro elemento primordial es la información a los ciudadanos, a los grupos de más riesgo y a los profesionales sanitarios y de los servicios sociales.
Desgraciadamente, las olas de calor en el Mediterráneo podrían convertirse en habituales en este siglo si continúa la emisión masiva de gases de efecto invernadero. Según un estudio realizado por el Centro Purdue de EE.UU., el número de días de calor peligroso en la región podría aumentar entre un 200% y un 500%. Francia tendrá el mayor aumento. En cuanto a España, las jornadas de calor extremo aumentarán una media de entre 30 y 40 días al año.
Lo que pasó realmente en 2003
Según diferentes informes de principios de 2004, se calcula que en Inglaterra y Gales, Francia, Italia y Portugal se produjeron 22.080 fallecimientos adicionales durante la ola de calor de 2003 e inmediatamente después de la misma. A éstos deben añadirse 6.595-8.648 muertes adicionales en España, de las cuales aproximadamente el 54% se produjo en agosto, y 400-2.200 en los Países Bajos, de las que 500 se estima que tuvieron lugar entre el 31 de julio y el 13 de agosto.
Los datos de Italia, correspondientes a las ciudades de Bolonia, Milán, Roma y Turín, son compatibles con la estimación inicial según la cual hubo en ese país 3.134 fallecimientos adicionales en las 21 capitales regionales durante el período comprendido entre el 1 de junio y el 15 de agosto; sin embargo, el Instituto de Estadística italiano comunicó que entre junio y septiembre de 2003 hubo en todo el país 19.780 fallecimientos más que en el mismo período de 2002. Otros informes indican que en Bélgica se produjeron aproximadamente 1.250 muertes debidas al calor en el verano de 2003, en Suiza 975 fallecimientos adicionales entre junio y agosto, y 1.410 entre el 1 y el 24 de agosto en el estado alemán de Baden-Württemberg.
Es razonable deducir que, dadas las pruebas de fallecimientos debidos al calor en otros lugares, la anterior estimación de 22.080 fallecimientos adicionales a principios de agosto debe revisarse al alza en un mínimo del 50% para toda Europa occidental, y del 100% si también se incluyen las olas de calor registradas en junio y julio de 2003.
Todos los informes indican que esta ola afectó sobre todo a los más ancianos: por ejemplo, el exceso de mortalidad en Francia se calcula en el 20% en el grupo de edades comprendidas entre 45 y 74 años, el 70% en el de 75 a 94 años y 120% en el de más de 94 años. En ninguno de los informes se observan pruebas de exceso de mortalidad en recién nacidos y niños.
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