miércoles, 4 de agosto de 2010
Exilada de mi niñez, por mi adolescencia tirana y sin posibilidades de negociación, acabé en la mansurrona madurez que embiste con la cobardía de sentirse herida.
Por delante me quedan días de interrogaciones continuas, congelando las pequeñas verdades que arranco a diario, días de intentar aliviar con destreza dolor en el otro y quedarme quieta.
La vejez me acercará a mi patria de antaño entre recuerdos de patio de Colegio, de juegos y soledades.
Gaoneras, gaoneras al crepúsculo.
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