Era fea.
Sin más.
La vi en una foto, encima de la hierba, en un parque, con mirada perdida, como una ballena que hubiera acabado en un lago, con patos de plástico.
Era fea, por dentro y por fuera. Ella, quería cambios en su vida, y acabó tomando ceftriaxona y azitromicina, por las bacterias que le pasaba su marido, a cuenta de continuas salidas y entradas, en distintos bares y cunetas.
Al final la mujer, acabó con querencia por el cuerno derecho.
Me dio pena.
No hay que torear a las vacas, aunque sean feas, sin trapío y poco nobles.
viernes, 8 de agosto de 2014
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