Era feo. Lo mirara por donde lo mirara era feo. Si se quedaba, unos pasos delante ,después de un repaso por su escueta anatomía, (intentando esbozar una sonrisa), tragaba de un sorbo seco de laringe, la pena del feo.
Esa pena que se siente, cuando se ve, que no hay remedio, que no cambiara, que nunca lo hará, y que ni la vejez que se asomaba, desde un buen rato, por todo él, podía remediar.
Peor eran sus palabras, también feas, y retazos de su vida ,todas hechas a medida.
miércoles, 6 de agosto de 2014
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