domingo, 16 de mayo de 2010


Detrás del sombrero, entre espejos de humo escucha sus palabras, de voz ronca y raspada.
No supe nunca cómo se llamaba, ni a qué se dedicaba, solo sé que todas las mañanas esperaba verle, comiendo aquellas sardinas viejas, de olor fuerte y color dorado, en las escalinatas del puente, junto a la ria, como si él fuera un ángel, caído del cielo .Un ángel de esos que expulsan.

1 comentario:

sonia dijo...

El clima cambia que es una barbaridad, los cerdos vuelan menos que antaño, y ahora se encierran en los alredeodres de las Consejerías y Ministerios.
Los tomates no son ni grandes ni pequeño, ni redondos ni cuadrados, ni rojos ni verdes, ni saben o no saben a tomate, y esto es por el clima, sin lugar a dudas.
Y el máximo exponente es la moneda, el euro, el clima la hace vulnearble oxidándola y empequeñeciéndola irremediablemente.
Más o menos.

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