martes, 4 de enero de 2011

Premios Innobles Nobel...



Creados por Marc Abrahams, director de los Annals of Improbable Research, estos premios se conceden anualmente en diversas categorías a investigaciones . Como cada año, no faltó cierta dosis de mala leche, como es el caso del IgNobel de Economía, otorgado a Lehman Brothers, Goldman Sachs, AIG y otros de bancos que encarrilaron al mundo hacia la crisis económica, por “crear y promover nuevas formas de invertir el dinero: formas de maximizar las ganancias financieras y minimizar el riesgo financiero de la economía mundial, o una porción del mismo”. La cita es textual. Ninguno de los galardonados fue a recoger el premio.

Tampoco lo hicieron los responsables de BP, agraciados con el IgNobel de Química por desmentir la vieja creencia de que el agua y el aceite –en este caso el vertido de petróleo en el golfo de México- no se mezclan.

Sí que acudieron los holandeses Simon Rietveld e Ilja van Beest, psicólogos de las universidades de Amsterdam y Leiden, respectivamente, premiados en la categoría de Medicina por un insólito trabajo publicado en Behaviour Research and Therapy (2007;45:977–987).

Quisieron comprobar el modo en que el estrés positivo y negativo afecta a la dificultad para respirar de personas con asma grave, para lo cual reclutaron a 25 mujeres jóvenes asmáticas y a 15 controles. ¿Cómo llevaron a cabo el experimento? Sencillo. Los montaron a todos repetidamente en una montaña rusa.

Puede parecer una manera chocante de hacer ciencia, pero al fin y al cabo consiguieron sus resultados y los publicaron, lo cual no es moco de pavo. Dicen que el estrés emocional negativo y la presión arterial aumentaron justo antes de montar en la montaña rusa, mientras que el estrés positivo y la frecuencia cardíaca se incrementaban después de cada viaje. En el caso de las pacientes con asma, la disnea era mayor antes de montar que después de bajarse, “incluso en aquellas que experimentaban una reducción de la función pulmonar evocada por las montañas rusas”, escriben.

En conclusión, afirman que “los individuos con asma crónica que se encuentran estresados y excitados tienden a percibir la disnea en términos de asociaciones familiares y adquiridas entre la disnea y los estados emocionales positivos y negativos”. Es decir, que perciben dificultad para respirar de forma aumentada o disminuida en función de su grado de atracción o aversión hacia la situación desencadenante del estrés. En cierto modo, también significa que tienden a respirar mejor después de unas cuantas bajadas, loopings y tirabuzones. De hecho, el IgNobel se concedió a estos investigadores “por descubrir que los síntomas del asma pueden ser tratados con viajes en montaña rusa”.

Así que, doctores, ya lo saben: recomienden un par de viajes en el Dragon Khan y olvídense de los inhaladores, ya que prescribir visitas a Port Aventura, al Parque Warner o a Terra Mítica –siempre que no las pague la sanidad pública- puede ser una innovadora forma de reducir el gasto farmacéutico.



Jano.

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